miércoles, 6 de agosto de 2008

Un cuento para el análisis

Resultado de nuestra más reciente reunión, publicamos un fragmento del cuento La Leyenda de Preacher, original de Truman Capote y que Andrés Díaz quizo compartir con el grupo.
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LA LEYENDA DE PREACHER
-Truman Capote-
(Fragmento)
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Una nube que desfilaba hacia el sur ocultó el sol y una franja de oscuridad, una isla de sombra, se cernió sobre el campo, gravitó sobre el risco. Poco después empezó a llovar: una lluvia estival, teñida de sol, que duró poco tiempo; el suficiente para asentar el polvo y abrillantar las hojas. Cuando escampó, un anciano de color -se llamaba Preacher- abrió la puerta de su cabaña y miró al campo en cuya tierra fértil crecía abundante maleza; a un patio rocoso, sombreado por melocotoneros, cornejos y paraísos; a una carretera de arcilla roja, llena de socavones, que rara vez veía un coche, un carro o un ser humano; y a un ruedo de colinas verdes que se extendían, quizás, hasta el borde del mundo.
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Preacher era un hombre bajo, chiquitín, con un millón de arrugas en la cara. Matas de lana gris brotaban de su cráneo azulado, y tenía ojos tristes. Estaba tan encorbado que parecía una hoz herrumbrosa, y su piel poseía el amarillo de un cuero superior. Mientras examinaba lo que quedaba de su granja, su mano importunaba su barbilla con un ademán juicioso, aunque a decir verdad no pensaba en nada.
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Reinaba el silencio, por supuesto y como el aire fresco le hizo tiritar entró en la cabaña, se sentó en una mecedora y se envolvió las piernas en un hermoso centón con un motivo verde rosa y de hojas rojas, y se quedó dormido en la casa silenciosa, con todas las ventanas de colores vivos y tiras cómicas que él había pegado en las paredes.
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Un cuarto de hora después se despertó, porque nunca dormía demasiado rato y los días pasaban en una serie de cabezadas y despertares, de sueño y luzque apenas se diferenciaban uno de otra. Aunque no hacía frío, encendió el fuego, llenó su pipa y emepzó a mecerse con la mirada herrática por la habitación.
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(...)
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Sobre el autor:
Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio.
Truman Capote
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"Empecé a escribir cuando tenía 8 años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble, pero implacable amo."
Truman Capote
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(Truman Streckfus Persons; Nueva Orleans, EE UU, 1924-Los Ángeles, 1984) Novelista estadounidense. Escritor precoz, se dio a conocer a los veinticuatro años con Otras voces, otros ámbitos (1948), que obtuvo cierto éxito y generó importantes expectativas sobre su futura obra. Tras publicar varias novelas, entre ellas Un árbol de noche y El arpa de hierba (1951), de contenido simbólico y onírico, Capote se dedicó a trabajar su estilo y consolidar su concepción novelística, resultado de lo cual fue la publicación de Desayuno en Tyffany’s (1958), novela de estilo ágil y sutil poesía, llevada al cine en 1961 con el título Desayuno con diamantes.
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Su interés por el periodismo y su intensa colaboración con la revista New Yorker lo acercaron a la disciplina del reportaje de investigación, lo que dio como fruto su célebre obra A sangre fría, creadora del género de la non-fiction novel, que relata el caso real del asesinato de la familia Cutters, basándose en documentos policiales y el testimonio de los implicados.
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Por esta novela, junto a Norman Mailer y Tom Wolfe, Capote es considerado uno de los padres del new journalism (nuevo periodismo), que combina la ficción narrativa y el periodismo de reportaje, dentro de una nueva concepción de la relación entre realidad y ficción.
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lunes, 4 de agosto de 2008

Reflexiones sobre el oficio

A continuación, referimos un escrito de Vicente Verdú, sobre el oficio de escritor en la modernidad. No sobra aclarar que las opiniones expresadas por el autor no comprometen el criterio ni la posición editorial de los integrantes de Seis Escritores. Compartimos con nuestros vistantes este tipo de opiniones con el ánimo de lanzar al ciberespacio expresiones que compromenten de una u otra forma nuestro compromiso con la literatura y, en este caso, con el oficio de escribir, con el ánimo de fomentar el debate y el discernimiento sobre este tipo de temas.
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EL OFICIO DE ESCRITOR
- Vicente Verdú -
(Reflexión)
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El escritor parecía hasta hace poco un elegido, un semidios de lazos privilegiados con la inspiración divina proveniente del más allá. Hoy, sin embargo, miles de escuelas enseñan a escribir y ser autor de libros es una actividad artesana más. El oficio de escritor, como el de pintor, son oficios al estilo de los demás y quien posee, además, talento o genio al practicarlos, destaca en sus producciones. No deja por eso, sin embargo, de seguir siendo un productor, un mero trabajador del oficio y un ser humano como todos los demás. El culto al escritor, el culto al artista, la veneración, pertenece al pasado. Anacrónico, vetusto, beato, la adoración prestada al artista corresponde a un tiempo en que el arte sustituyó a la religión y la llamada inspiración a las revelaciones del cielo.
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Por lo general todos los artistas sufrían entonces al crear, se inmolaban en el alumbramiento de la obra de arte, se comportaban a la manera abnegada y romántica de minicristos que arruinaban su salud, su hacienda y hasta sus amores para entregar a la Humanidad una obra maestra. Una suerte de muestra divina que permitía saborear la salvación eterna, fuera por la belleza sublime, la oferta de libertad o la provisión de conocimientos deslumbradores.
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Esta leyenda, aunque gastada, sigue arrastrándose todavía y, lo que es más grotesco: proclamada aún por algunos autores. De esta farsa, en suma, es ya hora de escapar y, en la emancipación, conseguir una libertad no estrechamente dependiente del don del artista sino que gracias a conservar la independencia de la mente, la obra se juzgue como artículo humano, mejor, peor, superior, inferior, común o excepcional. Y ni solo un paso más.
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Sobre el autor:
Vicente Verdú nació en Elche en 1942. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y es miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribe regularmente en el El País, diario en el que ha ocupado los puestos de Jefe de Opinión y Jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003) y Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005). Sus libros más reciente son No Ficción (Anagrama, 2008) y Passé Composé (Alfaguara, 2008).
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jueves, 31 de julio de 2008

Artículo revista Semana (06/07/2008)

Relacionamos a continuación un artículo de Luis Fernando Afanador, publicado en la Revista Semana, en el que se esbozan algunas ideas sobre el cuento contemporáneo y las diferentes coyunturas que lo determinan, en especial, en nuestro país. Compartimos con ustedes está información como un aporte más a nuestro continuo aprendizaje en el delicioso oficio de escribir.
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NO VIVEN DEL CUENTO
-Luis Fernando Afandor-
(Artículo periodístico)
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Este importante género literario sigue vigente a pesar del escaso interés de algunas editoriales en su divulgación. Hablan editores y cuentistas.
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Hay dos clases de cuentos: el maravilloso, ligado a la mitología y la tradición oral, y el moderno, ligado al arte y a la cotidianidad. Este último es el cuento escrito, el cuento literario que nació en Estados Unidos en el siglo XIX y se encuentra asociado a la consolidación de la industria editorial. Edgar Allan Poe, Herman Melville y Jack London, lo primeros cuentistas, vivieron de publicar sus relatos breves en diarios y revistas de amplia circulación.
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En los años 20 del siglo pasado, Scott Fitzgerald llevaba una vida holgada con su esposa Zelda en la Costa Azul, gracias a los cuentos que le publicaba la revista Saturday Evening Post. Por cada cuento recibía el equivalente a 40.000 dólares de hoy. Y todavía en los años 50, el también escritor norteamericano John Updike se ufanaba de sostener cómodamente a su familia con sólo vender cinco o seis cuentos al año a la revista The New Yorker, legendaria de este género y en la cual se dieron a conocer maestros indiscutidos como James Thurber, John Cheever, Vladimir Nabokov, James Baldwin, J.D. Salinger y Raymond Carver. Un poder consagratorio que aún perdura: allí se publicó por primera vez Secreto en la montaña, la conmovedora historia de Annie Proulx sobre el amor entre dos hombres y las primeras narraciones del escritor de origen dominicano Junot Díaz, ganador del premio Pulitzer.
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En España, como dice Guillermo Cabrera Infante, se prefirió la novela picaresca y la comedia al cuento. "Todos sabemos que los siglos XVIII y XIX hicieron de España una tierra baldía literaria y aun el gran cuento español que recorrerá el mundo y la escena y el cine será escrito por un francés. Se trata de 'Carmen', cuyo autor, Prosper Merimée, lo situó en Andalucía pero lo escribió en París". El buen cuento en español se escribirá más tarde en la América hispana con Felisberto Hernández, Julio Cortázar, Juan José Arreola, Augusto Monterroso, Julio Ramón Ribeyro y, por supuesto, Jorge Luis Borges. No es tarea fácil resumir los inmensos aportes de Borges al cuento o, mejor dicho, los aportes que a partir del cuento hizo a la literatura. Lo convirtió en un género mayor, le dio carta de ciudadanía en el mundo de las letras. Borges revolucionó la literatura desde el cuento. Sus cuentos son ensayos o reseñas de obras imaginarias; juegos con el espacio y el tiempo, con realidades paralelas. Grandes descubrimientos que retomarían los novelistas del boom latinoamericano.
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García Márquez, Carpentier, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Juan Carlos Onetti: sin excepción los grandes novelistas de este continente cultivaron y ensalzaron el cuento. No hubo grandes revistas comerciales al estilo The New Yorker, Squire o Atlantic Monthly que pagaran grandes sumas e hicieran tirajes masivos, pero se le consideraba un género imprescindible. "En mi generación, escritores como Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, José de la Colina y yo mismo (Sergio Pitol), empezamos con cuentos. El género por entonces era muy bien aceptado. Las revistas literarias se preciaban de publicar cuento, lo mismo que los suplementos culturales".
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A pesar de su indiscutida importancia, hubo un momento a comienzos de los años 90 en que las grandes editoriales empezaron a desechar los cuentos, a no querer publicarlos, a interesarse únicamente en las novelas. Gabriel Iriarte, editor de Norma, lo reconoce: "Desafortunadamente, en el ámbito de la lengua castellana, este género viene afrontando problemas de carácter comercial si se compara con la novela. Cuando un escritor luego de publicar una o más novelas pasa a un libro de cuentos, sus ventas disminuyen drásticamente, así los relatos sean de óptima calidad. Es una triste realidad ya que para ser un buen cuentista es preciso ser un muy buen escritor". Antonio Ungar, desde la óptica del cuentista, describe la misma situación: "El cuento está completamente relegado por las editoriales y por los lectores. Es un círculo vicioso: las editoriales no compran ni publican ni promueven cuentos de ninguna manera; la gente no está acostumbrada a leerlos, no sabe qué es eso, y prefiere tener una novela larga y fácil en la mesa de noche, como quien tiene un marido soso y buena gente del otro lado de la cama".
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Para el escritor Roberto Rubiano, amplio conocedor y defensor del género, este problema se origina en la falta de un ambiente propicio -como existe en la cultura anglosajona- y en el rezago de la industria editorial española, tan influyente en América Latina: "Esa es la diferencia entre una industria editorial y otra. Y una de las razones por las cuales el cuento de habla inglesa encontró un público y un mercado en el cual desarrollarse y el de lengua castellana tardó mucho tiempo en encontrar su camino. Tal vez de ahí nazca el recelo de las editoriales españolas respecto a publicar cuentos porque sienten que es un producto que no se vende. Claro, nunca han tenido la tradición de venderlo". Conrado Zuluaga, editor de Panamericana, considera que el desinterés empezó cuando los editores empezaron a buscar utilidades superiores al 10 por ciento -lo usual en el mercado editorial- y se obsesionaron con publicar únicamente novelas que fueran best-sellers: "Los editores quieren una novela para sacar la bola del estadio y saben que eso no se consigue con un libro de cuentos". Por eso, apasionado por este género y convencido de sus cualidades para formar lectores -en las campañas de lectura siempre es más fácil llegarle a la gente con un cuento que con una novela- decidió publicar en su editorial cuentos no de una manera ocasional -como a la larga lo hacen casi todas, en una especie de sentimiento de culpa- sino dentro de una verdadera colección de cuentos -para adultos, aclara- que ya lleva 12 títulos, en su mayoría de autores colombianos contemporáneos. Sabe que el proceso es lento pero su apuesta es crear un público a largo plazo.
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Andrés Hoyos, director de la revista cultural El Malpensante, considera que la promoción del cuento, como enseñaron los anglosajones, pasa por las revistas: "El cuento en Colombia padece de 'infra-revistitis aguda'. Desde los tiempos de Chéjov, su vida en otras latitudes ha dependido de que en las revistas se publiquen muchos cuentos -largos, sofisticados, simples, fantásticos, realistas, hasta malos- algo que aquí casi no sucede. Si los cuentos no pasan por la redacción de las revistas, dos males graves los aquejan: los autores no aprenden a escribirlos y los lectores no se acostumbran a leer buenos cuentos. Después, los editores no los publican en libros porque, en efecto, no se van a vender, y se genera un círculo vicioso de abandono".
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En Colombia hay editoriales pequeñas e independientes -Hombre Nuevo Editores, Villegas, Común Presencia, Arango Editores, por citar algunas- que no dejan de publicar cuentos. ¿Y los lectores? "Ahí están", dice Elkin Restrepo, quien lo comprueba a través de la revista Odradeck, publicación dedicada al cuento, que fundó hace cinco años con Claudia Ivonne Giraldo y Lucía Donadío. Por si las dudas, favor mirar en Google: hay 839.000 páginas dedicadas al cuento.

jueves, 24 de julio de 2008

Fragmento para compartir

Para formentar el debate, enriquecer la mente, nadar en el fango de lo escrito o simplemente para reirse un rato, compartimos un fragmento de una de las obras comentadas durante nuestra primera reunión. La idea es que comentemos y aportemos con nuestros conceptos al enriquecimiento literario de todos.
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LAS ONCE MIL VERGAS
-Guillaume Apollinaire-
(Fragmento)
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Bucarest es una bella ciudad donde parece que vienen a mezclarse Oriente y Occidente. Si solamente tenemos en cuenta la situación geográfica estamos aún en Europa, pero estamos ya en Asia si nos referimos a ciertas costumbres del país, a los turcos, a los servios y a las otras razas macedonias, pintorescos especímenes de las cuales se distinguen en todas las calles. Sin embargo es un país latino: los soldados romanos que colonizaron el país tenían, sin duda, el pensamiento constantemente puesto en Roma, entonces capital del mundo y arbitro de la elegancia.
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Esta nostalgia occidental se ha transmitido a sus descendientes: los rumanos piensan insistentemente en una ciudad donde el lujo es natural, donde la vida es alegre. Pero Roma ha perdido su esplendor, la reina de las ciudades ha cedido su corona a París, ¡y qué hay de extraordinario entonces en que, por un fenómeno atávico, el pensamiento de los rumanos esté puesto sin cesar en París, que ha reemplazado tan adecuadamente a Roma a la cabeza del Universo!
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Lo mismo que los otros rumanos, el hermoso príncipe Vibescu soñaba en París, la Ciudad- Luz, donde las mujeres, bellas todas ellas, son también de muslo fácil. Cuando estaba aún en el colegio de Bucarest, le bastaba pensar en una parisina, en la parisina, para conseguir una erección y verse obligado a masturbarse lenta y beatíficamente. Más tarde, había descargado en muchos coños y culos de deliciosas rumanas. Pero, lo sabía perfectamente, le hacia falta una parisina.
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Mony Vibescu era de una familia muy rica. Su bisabuelo había sido hospodar, que en Francia equivale al título de subprefecto. Pero esta dignidad se había transmitido nominativamente a la familia, y tanto el abuelo como el padre de Mony habían ostentado el título de hospodar. Del mismo modo Mony Vibescu tuvo que llevar ese título en honor de su abuelo.
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Pero él había leído suficientes novelas francesas como para saber mofarse de los subprefectos: "Veamos -decía- ¿no es ridículo irse llamar subprefecto porque tu abuelo lo ha sido? ¡Es simplemente grotesco!". Y para ser menos grotesco había reemplazado el título de hospodarsubprefecto por el de príncipe. "Este -exclamaba- es un título que puede transmitirse por herencia. Hospodar, es una función administrativa, pero es justo que los que se han distinguido en la administración tengan el derecho de llevar un título. En el fondo, soy un antepasado. Mis hijos y mis nietos sabrán agradecérmelo".
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EI príncipe Vibescu estaba muy relacionado con el vicecónsul de Servia: Bandi Fornoski que, según se decía en la ciudad, enculaba de muy buena gana al encantador Mony. Un día el príncipe se vistió correctamente y se dirigió hacia el viceconsulado de Servia. En la calle, todos le miraban, y las mujeres lo hacían de hito en hito pensando: " ¡Qué aspecto parisino tiene!".
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En efecto, el príncipe Vibescu andaba como se cree en Bucarest que andan los parisinos, es decir con pasos cortos y apresurados y removiendo el culo. ¡Es encantador! Y en Budapest cuando un hombre anda así no hay mujer que se le resista, aunque sea la esposa del primer ministro.
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(...)
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Sobre el autor:
Guillaume Apollinaire, pseudónimo de Wilhelm Albert Włodzimierz Apollinary de Wąż-Kostrowicki. (Roma 1880 - Paris 1918).
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Fue el primero en utilizar los términos surrealismo y surrealista. Empleó esta palabra en 1917, con motivo del estreno de su obra de teatro "Las tetas de Tiresias". Obra que calificó como un "drama surrealista", que pretendía expresar una forma de ver la realidad, porque no le servía ningún otro. Sus palabras fueron: «Cuando el hombre quiso imitar el andar, creó la rueda, que no se parece en nada a una pierna. Así hizo surrealismo sin saberlo». Breton en su Manifiesto de 1924, recuperó el vocablo. Apollinaire también adquirió gran reconocimiento en el mundo literario de su época, por sus Caligramas, poemas que utilizan la grafía como parte de su propuesta.
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*Información adaptada de http://es.wikipedia.org/wiki/Apollinaire

miércoles, 23 de julio de 2008

Manifiesto Literario No. 1

El presente blog nace de la inquietud literaria de seis escritores que encontraron sus caminos a la luz de las letras. La experiencia de su introspección en el arte de escribir y los herramientas adquiridas en el Taller de Escritores de la Universidad Central (Teuc), terminaron por unir sus destinos. Nos reunimos por primera vez, fuera de las aulas, un martes 22 de julio, fecha en la que comenzamos a trazar nuestro rumbo como grupo literario comprometido con la producción narrativa y la promoción de las artes en Colombia.
Seis escritores en 87 calles.