jueves, 24 de julio de 2008

Fragmento para compartir

Para formentar el debate, enriquecer la mente, nadar en el fango de lo escrito o simplemente para reirse un rato, compartimos un fragmento de una de las obras comentadas durante nuestra primera reunión. La idea es que comentemos y aportemos con nuestros conceptos al enriquecimiento literario de todos.
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LAS ONCE MIL VERGAS
-Guillaume Apollinaire-
(Fragmento)
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Bucarest es una bella ciudad donde parece que vienen a mezclarse Oriente y Occidente. Si solamente tenemos en cuenta la situación geográfica estamos aún en Europa, pero estamos ya en Asia si nos referimos a ciertas costumbres del país, a los turcos, a los servios y a las otras razas macedonias, pintorescos especímenes de las cuales se distinguen en todas las calles. Sin embargo es un país latino: los soldados romanos que colonizaron el país tenían, sin duda, el pensamiento constantemente puesto en Roma, entonces capital del mundo y arbitro de la elegancia.
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Esta nostalgia occidental se ha transmitido a sus descendientes: los rumanos piensan insistentemente en una ciudad donde el lujo es natural, donde la vida es alegre. Pero Roma ha perdido su esplendor, la reina de las ciudades ha cedido su corona a París, ¡y qué hay de extraordinario entonces en que, por un fenómeno atávico, el pensamiento de los rumanos esté puesto sin cesar en París, que ha reemplazado tan adecuadamente a Roma a la cabeza del Universo!
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Lo mismo que los otros rumanos, el hermoso príncipe Vibescu soñaba en París, la Ciudad- Luz, donde las mujeres, bellas todas ellas, son también de muslo fácil. Cuando estaba aún en el colegio de Bucarest, le bastaba pensar en una parisina, en la parisina, para conseguir una erección y verse obligado a masturbarse lenta y beatíficamente. Más tarde, había descargado en muchos coños y culos de deliciosas rumanas. Pero, lo sabía perfectamente, le hacia falta una parisina.
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Mony Vibescu era de una familia muy rica. Su bisabuelo había sido hospodar, que en Francia equivale al título de subprefecto. Pero esta dignidad se había transmitido nominativamente a la familia, y tanto el abuelo como el padre de Mony habían ostentado el título de hospodar. Del mismo modo Mony Vibescu tuvo que llevar ese título en honor de su abuelo.
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Pero él había leído suficientes novelas francesas como para saber mofarse de los subprefectos: "Veamos -decía- ¿no es ridículo irse llamar subprefecto porque tu abuelo lo ha sido? ¡Es simplemente grotesco!". Y para ser menos grotesco había reemplazado el título de hospodarsubprefecto por el de príncipe. "Este -exclamaba- es un título que puede transmitirse por herencia. Hospodar, es una función administrativa, pero es justo que los que se han distinguido en la administración tengan el derecho de llevar un título. En el fondo, soy un antepasado. Mis hijos y mis nietos sabrán agradecérmelo".
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EI príncipe Vibescu estaba muy relacionado con el vicecónsul de Servia: Bandi Fornoski que, según se decía en la ciudad, enculaba de muy buena gana al encantador Mony. Un día el príncipe se vistió correctamente y se dirigió hacia el viceconsulado de Servia. En la calle, todos le miraban, y las mujeres lo hacían de hito en hito pensando: " ¡Qué aspecto parisino tiene!".
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En efecto, el príncipe Vibescu andaba como se cree en Bucarest que andan los parisinos, es decir con pasos cortos y apresurados y removiendo el culo. ¡Es encantador! Y en Budapest cuando un hombre anda así no hay mujer que se le resista, aunque sea la esposa del primer ministro.
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(...)
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Sobre el autor:
Guillaume Apollinaire, pseudónimo de Wilhelm Albert Włodzimierz Apollinary de Wąż-Kostrowicki. (Roma 1880 - Paris 1918).
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Fue el primero en utilizar los términos surrealismo y surrealista. Empleó esta palabra en 1917, con motivo del estreno de su obra de teatro "Las tetas de Tiresias". Obra que calificó como un "drama surrealista", que pretendía expresar una forma de ver la realidad, porque no le servía ningún otro. Sus palabras fueron: «Cuando el hombre quiso imitar el andar, creó la rueda, que no se parece en nada a una pierna. Así hizo surrealismo sin saberlo». Breton en su Manifiesto de 1924, recuperó el vocablo. Apollinaire también adquirió gran reconocimiento en el mundo literario de su época, por sus Caligramas, poemas que utilizan la grafía como parte de su propuesta.
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*Información adaptada de http://es.wikipedia.org/wiki/Apollinaire

4 comentarios:

Liliana Montes dijo...

La casualidad me trajo hasta este sitio. Jamás había leído algo similar. Es muy jocoso y a la vergonzante. No tenía conocimiento de este autor, pero parece que vale la pena leerlo. Muchachos, ánimo con su iniciativa, gente comprometida con la literatura es lo que le falta en este país. Un abrazo a todos!
Un lectora más!

POETAS DE ANDÉN dijo...

Un saludo, compañeros de las letras, me parecio muy completo su escrito, y muy bonito su blog. Si desean visitenos. Y estemos en contacto.

Seis Escritores en 87 Calles dijo...

Imposible pasar por este espacio literari y no agradecer el reporte de nuestros primeros visitantes. A ambos un abrazo fraterno y el deseo literario de prosperidad. No dejen de comentarnos.

Juno dijo...

Leí Las once mil vergas hace muchísimos años. ME ENCANTÓ. Desde la primera página hasta la última es una maravilla repleta de morbo, violencia, paralizas, tantas, que conozco a personas que no soportaron las aventuras de Moni Vibescu y de Cornabeux, a tal punto que lo dejaron. La mejor parte: el destino de la japonesa y de su amante. Segunda mejor parte: cuando Moni se encuentra en la guerra, y aparece esa niña y la enfermera que se folla a los enfermos justo al momento en que mueren.